lunes, 14 de noviembre de 2016

Antonio Lago Rivera (1916-1990)


La trayectoria artística de Antonio Lago Rivera, hijo de una acomodada familia de La Coruña, es una constante evolución plástica, una sucesión de etapas marcadas por la urgencia personal de investigar y desarrollar nuevos campos estéticos. Su intensa carrera profesional comienza siendo alumno en la Escuela de Artes y Oficios de La Coruña y en la de Bellas Artes de San Fernando, con un estilo sujeto todavía a la tendencia realista de postguerra. A mediados de la década de los cuarenta, la personalidad de Lago Rivera se va liberando, dejándose llevar por el uso de colores vivos, casi fauves, en unas temáticas ingenuas que no recurren a modelos formalmente aparentes. Experimenta también con el uso de colores fosforescentes. Entra a formar parte de la célebre École de París. Sus exposiciones son muy numerosas dentro y fuera de España. En la década de los cincuenta, Lago Rivera irrumpe en el mundo de la abstracción, donde adquiere un notable prestigio internacional. En una búsqueda insaciable de nuevas experiencias trabaja con el arte informal, haciendo composiciones en grises a base de grandes manchas pintadas con espátula. Más tarde regresa inesperadamente a la figuración lírica con parejas humanas, bodegones, marinas y paisajes difuminados en tonalidades grises. En los ochenta surge todavía otra nueva forma de expresión, basada en los fuertes contornos, con temáticas agrias y expresiones y tipos de corte satíricos. Él última tramo de su vida transcurre en Altea, entre la soledad del mar y las montañas, donde pinta afanosamente hasta el fin de sus días en un íntimo deseo de constante superación.
En la década de los ochenta la paleta de Lago Rivera experimenta un cierto viraje hacia las tonalidades más cálidas, a la vez que se produce un enriquecimiento en la variedad tonal lo que, por otra parte, no impide que el protagonista de sus composiciones paisajísticas continúe siendo el gris. Todo ello se manifiesta en esta versión de Castilla que, además, destaca por una hermosa concepción general del paisaje, en el que sobresale la composición secuencial de los diferentes planos y la angulosidad de las líneas que los remarcan, como una especie de fragmentación geométrica que evoca las propuestas del cubismo analítico. En él el espacio no aparece como una superficie abstracta, sino como una vibración cromática concentrada en masas sólidas de colores limpios, limitados por un dibujo preciso, y apoyados en un tejido de líneas gruesas que las contornean. Cuando pinta esta obra, Lago es un hombre ya mayor y su salud se resiente. Pinta un paisaje árido y duro, acercándose a la imagen de Castilla que había creado la Generación del 98, en el que proyecta sus propios sentimientos. El paisaje como reflejo del mundo interior del artista. En la obra se percibe austeridad y cierta soledad.
Fuentes:
Nota: La propiedad intelectual de las imágenes que aparecen en este blog corresponde a sus autores y a quienes éstos las hayan cedido. El único objetivo de este sitio es divulgar el conocimiento de estos pintores, a los que admiro, y que otras personas disfruten contemplando sus obras.


















































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