Oriol Martí Valls, mi padre,
nació en Sant Pol de Mar, un pueblo de la costa catalana a 45 Km al norte de
Barcelona, un 20 de Diciembre del año 1925 ya que por aquel entonces sus
padres, barceloneses de nacimiento, se habían trasladado a vivir al pueblo
donde veraneaban. Hijo del poeta y antiquario Antoni Martí Monteys, ya desde el
comienzo de su vida, verá desfilar por la casa paterna delante de sus ojos a
poetas, artistas, intelectuales y toda una “troupe” de personajes diversos y
bohemios que marcarán para siempre su destino.
Con la llegada de la Guerra
Civil Española (1936) la familia se traslada a la población de Sant Feliu de
Codines, un pueblo del interior, huyendo del hambre y de los bombardeos que
sufría Barcelona. Durante tres años, aquellos ojos infantiles, absorbieron los
colores y la belleza de la naturaleza, hecho que también será decisivo para
entender el conocimiento profundo, el amor y la fidelidad de armonías que
posteriormente supo trasladar a su obra pictórica.
Acabada la guerra, la
familia vuelve a Barcelona. Empieza los estudios primarios, pero no fue nunca
un buen estudiante, razón por la cual su padre decidió que aprendiera un oficio
relacionado con su vocación artística. Trabaja en diferentes talleres de
decoración y restauración de muebles. Al año siguiente, Oriol ingresa en la
academia de dibujo y pintura de Nolas Valls compaginándolo con la Escuela
Massana, donde cursa estudios de dibujo y decoración.
Entre el 1949 y 1950 pasó
largas temporadas en Castellón, pintando en la casa del destacado artista Juan
Bautista Porcar, otro de los personajes que rodeaban la casa familiar de sus
padres. Relata su sobrino Jaume Infiesta, en el libro que editó de su tío, El
Pintor Oriol Martí, que en una de las visitas que realizó a la casa de Porcar
en Castellón, este le preguntó: “¿Tu tío “l’Oriolet” continúa pintando?”. Ante
su respuesta afirmativa Porcar dijo: “Mira chico, por aquí han venido muchos
jóvenes para aprender mi arte y mi forma de trabajar, pero ninguno lo ha conseguido
¡Ah! Tan sólo el “puñetero” de tu tío, ¿y sabes porqué? Porque “l’Oriolet”
tiene el don. Dile que siga pintando, porque su facilidad hay que
aprovecharla”.
En 1951 pinta conjuntamente,
con su amigo y maestro Emili Bosch Roger en las calles de Barcelona. De este
maestro aprenderá a captar el movimiento de las figuras y la simplificación del
paisaje urbano, de Porcar la profundidad, la convergencia de las líneas y estos
cielos llenos de movimiento que lo hacían inconfundible. Paisajista por
naturaleza era de los pocos pintores que plantaba su caballete desafiando la
luz y las inclemencias del tiempo captando el momento fugaz de esta naturaleza
que él tanto amaba y conocía, sin embargo “se atreve con la figura y sale
bastante airoso de su cometido…” – Crítica publicada en el Correo Catalán en
1950. En los años años 1951 y 1954 hizo su primera exposición en solitario en
la prestigiosa Sala Rovira de Barcelona consiguiendo una buena respuesta por
parte del público coleccionista y de la crítica.
Se casa en 1954 y es padre
progresivamente de cinco hijos. Este hecho le cambiará su destino como pintor
absoluto y para poder llevar el peso de su familia tendrá que dedicarse durante
unos años a la decoración de interiores. En el año 1976, siempre siguiendo sus
impulsos artísticos, será director de una Galería de arte. Después de este
alejamiento circunstancial y relativo de la pintura, Oriol vuelve a reemprender
este camino que interiormente nunca había dejado; desde entonces en ningún
momento lo abandonará hasta su muerte.
Estos son los hechos más
relevantes de su biografía, pero la personalidad de mi padre no se puede
separar nunca de su obra pictórica; el hombre y su obra eran un todo
inseparable. Bohemio, sentimental, romántico y con un conocimiento profundo de
la naturaleza; “no se puede pintar aquello que no conoces, aquello que no
vives” decía a menudo. Oriol era hijo del pueblo de Sant Pol de Mar , aquí
nació, y aunque la ciudad de Barcelona fue su lugar de residencia habitual,
aquí vivió gran parte de su vida y aquí fue donde nos dejó, y es por esto que
el verde de los pinos, sus cielos de plomo, “el grop” como él los llamaba, el
mar y la barca dormida, la salida del sol naciente y el contraluz con las
blancas casas que se volvían azules y violetas, eran tan próximas, tan reales y
a la vez tan emotivas. Nunca se quiso embarcar con la llamada “Vanguardia
pictórica”, aun teniendo más que suficientes aptitudes y técnica para hacerlo;
su “vanguardia” era su propia pintura, su propia caligrafía dentro del impresionismo;
sus inquietudes eran superarse a si mismo en aquello que él creía y sentía. No
era amigo de los “vernissages” y de la “literatura” que hacían los críticos de
arte sobre la pintura; “Yo pinto y basta” decía emulando al pintor Isidre
Nonell.
Su hijo, Guillermo Martí
Ceballos. Septiembre de 2006.
Fuentes:
Nota: La propiedad intelectual de las imágenes que aparecen en este blog
corresponde a sus autores y a quienes éstos las hayan cedido. El único objetivo
de este sitio es divulgar el conocimiento de estos pintores, a los que admiro,
y que otras personas disfruten contemplando sus obras.
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