miércoles, 25 de abril de 2018

Oriol Martí Valls (1925 – 2006)


Oriol Martí Valls, mi padre, nació en Sant Pol de Mar, un pueblo de la costa catalana a 45 Km al norte de Barcelona, un 20 de Diciembre del año 1925 ya que por aquel entonces sus padres, barceloneses de nacimiento, se habían trasladado a vivir al pueblo donde veraneaban. Hijo del poeta y antiquario Antoni Martí Monteys, ya desde el comienzo de su vida, verá desfilar por la casa paterna delante de sus ojos a poetas, artistas, intelectuales y toda una “troupe” de personajes diversos y bohemios que marcarán para siempre su destino.
Con la llegada de la Guerra Civil Española (1936) la familia se traslada a la población de Sant Feliu de Codines, un pueblo del interior, huyendo del hambre y de los bombardeos que sufría Barcelona. Durante tres años, aquellos ojos infantiles, absorbieron los colores y la belleza de la naturaleza, hecho que también será decisivo para entender el conocimiento profundo, el amor y la fidelidad de armonías que posteriormente supo trasladar a su obra pictórica.
Acabada la guerra, la familia vuelve a Barcelona. Empieza los estudios primarios, pero no fue nunca un buen estudiante, razón por la cual su padre decidió que aprendiera un oficio relacionado con su vocación artística. Trabaja en diferentes talleres de decoración y restauración de muebles. Al año siguiente, Oriol ingresa en la academia de dibujo y pintura de Nolas Valls compaginándolo con la Escuela Massana, donde cursa estudios de dibujo y decoración.
Entre el 1949 y 1950 pasó largas temporadas en Castellón, pintando en la casa del destacado artista Juan Bautista Porcar, otro de los personajes que rodeaban la casa familiar de sus padres. Relata su sobrino Jaume Infiesta, en el libro que editó de su tío, El Pintor Oriol Martí, que en una de las visitas que realizó a la casa de Porcar en Castellón, este le preguntó: “¿Tu tío “l’Oriolet” continúa pintando?”. Ante su respuesta afirmativa Porcar dijo: “Mira chico, por aquí han venido muchos jóvenes para aprender mi arte y mi forma de trabajar, pero ninguno lo ha conseguido ¡Ah! Tan sólo el “puñetero” de tu tío, ¿y sabes porqué? Porque “l’Oriolet” tiene el don. Dile que siga pintando, porque su facilidad hay que aprovecharla”.
En 1951 pinta conjuntamente, con su amigo y maestro Emili Bosch Roger en las calles de Barcelona. De este maestro aprenderá a captar el movimiento de las figuras y la simplificación del paisaje urbano, de Porcar la profundidad, la convergencia de las líneas y estos cielos llenos de movimiento que lo hacían inconfundible. Paisajista por naturaleza era de los pocos pintores que plantaba su caballete desafiando la luz y las inclemencias del tiempo captando el momento fugaz de esta naturaleza que él tanto amaba y conocía, sin embargo “se atreve con la figura y sale bastante airoso de su cometido…” – Crítica publicada en el Correo Catalán en 1950. En los años años 1951 y 1954 hizo su primera exposición en solitario en la prestigiosa Sala Rovira de Barcelona consiguiendo una buena respuesta por parte del público coleccionista y de la crítica.
Se casa en 1954 y es padre progresivamente de cinco hijos. Este hecho le cambiará su destino como pintor absoluto y para poder llevar el peso de su familia tendrá que dedicarse durante unos años a la decoración de interiores. En el año 1976, siempre siguiendo sus impulsos artísticos, será director de una Galería de arte. Después de este alejamiento circunstancial y relativo de la pintura, Oriol vuelve a reemprender este camino que interiormente nunca había dejado; desde entonces en ningún momento lo abandonará hasta su muerte.
Estos son los hechos más relevantes de su biografía, pero la personalidad de mi padre no se puede separar nunca de su obra pictórica; el hombre y su obra eran un todo inseparable. Bohemio, sentimental, romántico y con un conocimiento profundo de la naturaleza; “no se puede pintar aquello que no conoces, aquello que no vives” decía a menudo. Oriol era hijo del pueblo de Sant Pol de Mar , aquí nació, y aunque la ciudad de Barcelona fue su lugar de residencia habitual, aquí vivió gran parte de su vida y aquí fue donde nos dejó, y es por esto que el verde de los pinos, sus cielos de plomo, “el grop” como él los llamaba, el mar y la barca dormida, la salida del sol naciente y el contraluz con las blancas casas que se volvían azules y violetas, eran tan próximas, tan reales y a la vez tan emotivas. Nunca se quiso embarcar con la llamada “Vanguardia pictórica”, aun teniendo más que suficientes aptitudes y técnica para hacerlo; su “vanguardia” era su propia pintura, su propia caligrafía dentro del impresionismo; sus inquietudes eran superarse a si mismo en aquello que él creía y sentía. No era amigo de los “vernissages” y de la “literatura” que hacían los críticos de arte sobre la pintura; “Yo pinto y basta” decía emulando al pintor Isidre Nonell.
Su hijo, Guillermo Martí Ceballos. Septiembre de 2006.
Fuentes:
Nota: La propiedad intelectual de las imágenes que aparecen en este blog corresponde a sus autores y a quienes éstos las hayan cedido. El único objetivo de este sitio es divulgar el conocimiento de estos pintores, a los que admiro, y que otras personas disfruten contemplando sus obras.






































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