Michal Swider nació en 1962
en Sedziszow Mlp, Polonia. Se graduó en la Academia de Bellas Artes de Cracovia,
Departamento de Pintura, en 1990.
Ya en el primer encuentro
con este arte, uno se ve afectado por su increíble refinamiento y metafísica.
Todo parece estar inmerso en completa quietud, detenido en la anestesia, en el
encantamiento, en la meditación, en la tristeza. Las figuras alegóricas de sus
frescos y lienzos se mueven con elegancia refinada, ligera y silenciosamente.
Son ligeramente idealizados puros y angelicales. Son muy similares: gestos
similares, mimetismo, vestidos, los mismos ojos estrechos y almendrados. El
misterioso y aturdido aspecto, como si de otro mundo inaccesible a nuestros
sentidos, le diera a sus obras un increíble desfasamiento psicológico y
metafísico. Caras: humanas, angelicales, androgénicas y santas son el reflejo
del alma del hombre (el artista), son la síntesis lírica de sus sentimientos,
estados de ánimo, consideraciones y experiencias.
El arte de Świder es como un
presagio de la esperanza, es como una sonrisa ligera para el observador, lleno
de comodidad y calor casi físicamente perceptible. Es evidencia de que todavía
podemos cantar. Puede presagiar la llegada de la nueva era y el nuevo arte que
será espiritualmente profundizado. ¿No eran esas pinturas que nuestro brillante
poeta Cipriano Kamil Norwid anhelaba cuando afirmaba, repitiendo a Michelet,
que expresar lo bueno debía ser el futuro del arte? El arte sólo puede ser
hermoso cuando es moralmente bueno y como Norwid lo puso. Esas pinturas son
moralmente buenas, que muestran el lado positivo, que multiplican el Bien y nos
hacen sensibles a él.
Cien años después de la
muerte de Norwid, esta actitud no parece fácil. El mundo ha desbancado la idea
de la belleza, se avergüenza de ella, lucha contra ella promoviendo la
indiferencia, la hipocresía y la falta calificada de talento. La belleza es
para algunos como un dolor de conciencia, porque la belleza es la armonía. Es
la bondad y la ligereza, que estamos perdiendo y que seguimos anhelando. Es la
fidelidad y el respeto por la tradición, todavía está al día, es la síntesis
aristotélica del bien y la verdad.
Uno de los pecados mortales
de la cultura moderna es que evita con ligereza un enfrentamiento frontal con
los valores más elevados. Qué arrogante es la convicción de que podemos hacer
sin modelos (tanto estéticos como morales), porque nuestra posición en el mundo
es supuestamente especial y más allá de la comparación con cualquier cosa...
Pobres utópicos, debutantes en la historia, quemando museos y liquidando el
Pasado similar a esos locos que destruyen obras de arte, porque no pueden
perdonar su serenidad, dignidad y resplandor reservado (Zbigniew Herbert).
Fuentes:
Nota: La propiedad
intelectual de las imágenes que aparecen en este blog corresponde a sus autores
y a quienes éstos las hayan cedido. El único objetivo de este sitio es divulgar
el conocimiento de estos pintores, a los que admiro, y que otras personas
disfruten contemplando sus obras.
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