Carmen Gandía nació en
Barcelona en 1923. Aunque era de padres barceloneses, por parte paterna la
procedencia original era valenciana, concretamente de Onteniente, población
cercana a la que da nombre al primer apellido de la artista, Gandía, con el que
firmaría las obras durante toda su vida.
Fue la mayor de dos hermanos.
En una infancia en la que demasiado rápidamente apareció el horror de la Guerra
Civil Española y el consiguiente abandono de los estudios, cuando Carmen
contaba con tan sólo 13 años. Hecho que se suma a otro que también dificulta su
formación: la enfermedad del sarampión durante su infancia provoca
consecuencias graves en su audición; una sordera progresiva y permanente que ya
sería irreversible durante toda la vida.
Pero estos hechos nunca
impidieron a Carmen su desarrollo artístico. Persona fuerte y luchadora,
siempre tuvo presente su facilidad para mostrarnos la grandeza de una realidad
sorprendente y llena de vivacidad, magia, color y luz… Carmen era sobre todo
una persona religiosa y con grandes valores espirituales. Ella nos diría que
gracias a Dios contó con una inmensa ayuda durante toda su vida: el vínculo
afectivo que tuvo con su marido, Jaume Llagostera, fue verdadero como pocos y
sólo la muerte de los dos, en julio de 2001 y con tan sólo unas horas de
diferencia pudo disolver en este mundo una relación de casi sesenta años.
Jaume era un hombre sensible
y cultivado intelectualmente. A pesar de que la guerra también lo había
apartado de la escuela con sólo doce años, nunca abandonó la lectura y el
interés por ámbitos como la historia. Consciente por un lado del potencial
artístico de Carmen y, por otro, de la limitación que suponía la sordera, la
ayudaba con la comunicación con los clientes, con los galeristas. La ayudaba
con la contabilidad y la burocracia. También la acompañaba en la búsqueda de
inspiración; los dos viajaban siempre que podían y paseaban adentrándose en sus
paisajes más queridos, los de la Garrotxa o la Costa Brava sobre todo, pero
también por otros países y otras ciudades como París, Amsterdam o Venecia. Como
buena artista, Carmen nunca perdería detalle de cómo era cada cosa, cada
elemento de ese momento único.
Carmen irradiaba una
sensibilidad difícil de describir. Detrás de una apariencia afable y tierna
había sobre todo un ser despierto y observador, capaz de entender y captar las
emociones humanas al vuelo, capaz de plasmar iaia-porxadacon inmensa belleza
todo lo que la rodeaba. Y una muestra de esta experiencia son la vivacidad, la
ternura, la luz interior que desprenden los elementos que representa en sus
cuadros, a parte de un realismo y una calidad técnica fuera de lo común.
Completamente fiel a la
técnica del óleo, las exposiciones de pintura a lo largo de su vida fueron poco
constantes por motivos diversos; por un lado, la propia modestia y
autoexigencia de la artista, que la llevaba a mostrar su obra únicamente cuando
estaba realmente convencida. Por otro, la dedicación a la familia y a los
cuatro hijos que tuvo con Jaume.
Pero a partir de finales de
los años setenta la creación fue continuada así como también las exposiciones.
En el año 1986 la pareja se traslada definitivamente al corazón de la Garrotxa
(Gerona), concretamente en el pueblo de Sant Esteve de’n Bas. En este período
la inspiración es completa, así como también la madurez pictórica de la
artista; la afluencia de gente a las exposiciones fue muy iaia-parisdestacable
y las obras vendidas en cada exposición se podían contar en decenas y
veintenas. Clientes procedientes de distintos puntos del territorio catalán y
español, todos ellos fascinados por una obra de un realismo auténtico,
brillante, que sin la menor duda nos conduce a relacionarla con los grandes
pintores de la escuela paisajista de Olot.
Fuentes:
Nota: La propiedad intelectual de las imágenes que aparecen en este blog
corresponde a sus autores y a quienes éstos las hayan cedido. El único objetivo
de este sitio es divulgar el conocimiento de estos pintores, a los que admiro,
y que otras personas disfruten contemplando sus obras.
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