Crecí rodeada de música y
arte. Mi madre era una acuarelista de talento y mi padre era un carpintero con
mucho talento. Me nutrió la música clásica, la curiosidad y la creatividad. A
lo largo de la infancia, a menudo me encontraban al piano o escuchando a los
grandes compositores. Me sentaba a centímetros del equipo de música estéreo
hipnotizada por los conciertos de Chopin y Rachmaninoff, imaginando mis manos
volando sobre el teclado acompañada por las grandes orquestas. Me enseñaron a
creer en mí misma y a alcanzar las estrellas.
En 1982 me casé con Robert
Perrish, un consumado artista, y nos establecimos en Livonia, Michigan, donde
criamos a nuestros dos hijos, Kimberly y Stephen.
A lo largo de los años
anhelaba una salida artística, pero el negocio de la vida se interponía en el
camino, dejando su búsqueda como algo de "algún día". Había cerrado
la puerta a la creatividad que me dio tanta alegría al crecer. Luego, en un
tranquilo fin de semana del verano de 2013, tomé un lápiz y comencé a dibujar.
Primero un ojo, luego una nariz, otro ojo, una boca. La pasión fue inmediata.
Había encontrado lo que estaba buscando.
Creo que hay una belleza
intrínseca en cada alma humana, y que nuestros ojos, al expresar eso, cuentan
una historia única e individual. Mientras trabajo en un retrato, busco esa
historia y trato de plasmarla en el caballete. He encontrado joyas en cada
cuadro, en cada dibujo que he hecho. Ya sea un éxito o una “experiencia de
aprendizaje”, cada pieza me enseña algo.
Nunca hay un momento
perdido. Todo es alegría.
Fuentes:
Nota: La propiedad intelectual de las imágenes que aparecen en este blog corresponde a sus autores y a quienes éstos las hayan cedido. El único objetivo de este sitio es divulgar el conocimiento de estos pintores, a los que admiro, y que otras personas disfruten contemplando sus obras.
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